Debería estar haciendo otras cosas

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Debería tener una casa propia, sueldo fijo y comida en el refrigerador. Debería tener tantas cosas. Y lo único seguro es el hambre. Y la escritura no la calma, ¿entonces por qué sigo escribiendo? Llevo tres noches sin dormir, porque la noche ya no me alcanza. Llevo tres días sin comer, porque el dinero… Llevo todas las palabras, las complejas y las simples, pero nadie paga por ellas. Y yo, que me empeño en su valor de cambio. ¿Cuál valor? 

                  Debería “hacer algo productivo”. Debería morir, pero sigo viviendo, sobreviviendo. Entre la migaja y el poema. Quisiera ser la ficción. No tengo pretexto para no trascender. Debería ponerme una falda y una camisa, salir a conseguir una paga miserable, pero constante, donde no les importe que escriba, donde me pidan que no escriba. Alguien, por favor, convénzame de que ya no escriba. Alguien oblígueme a palpar el hueso que ya se asoma de la carne. ¿Por qué pensé que podría vivir del arte?

                  Tengo casi treinta años y sigo colgada de un acontecimiento que jamás llegará. Estoy quebrada en todos los sentidos. Sigo convencida de que viviré de mis letras, de mi talento. Alguien, por favor, convénzame de que ya no escriba. ¿Y si mi mamá supiera que respiro a través de las letras porque el aire de mi cuarto está infectado? ¿Y si mi papá se enterara de que reciclo las sobras y hurgo igual en la basura que en mis escritos? Sigo empeñada en la dignidad del arte, pero cuando corto mi lengua lamiendo latas, soy yo quien está perdiendo la dignidad. Cuando no salgo, porque afuera todo cuesta, cuando tropiezo con todas las cartas de rechazo porque nadie quiere publicar una triple desventaja: la mujer, escritora, que vive en Ecatepec. Soy el comienzo de un mal chiste.  

                  Debería dejar de llorar, de padecer. Vivir como se debe y renunciar a esta ansia de decir, debería renunciar. Hay mil cosas que podría estar haciendo ahora mismo en lugar de escribir este texto, pero decido escribir. Mi error radica en decidir, creer que tengo elección. Ya debería aprender. Lo único que estoy eligiendo es la forma de morir: desnutrición. Quise creer que mis letras construían mi identidad, ¿qué identidad? ¿Quién soy desde este espacio que no alcanza a sostenerse? Soy la obra nunca escrita de la autora que soñé llegar a ser. Soñé, porque el arte es libre, pero yo no. Sí, el arte es libre y puede hacer lo que quiera: burlarse de mí, matarme de hambre o de insomnio. Morir.

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