El globo

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La incredulidad en los rostros se mezclaba con los murmullos de aquellos para los que resultaba inverosímil que aquel trozo de tela inconmensurable pudiera llegar a sobrevolar el paisaje. Aún no amanecía en la ciudad, pero los curiosos aparecían desde todos los rincones dirigiéndose a los bajos de los Berros. La espera resultaba intrigante, el aire caliente comenzaba a fluir por el interior. Sobre la llanura, poco a poco se inflaba. 

—¡Yo sé que han visto mis modelos a escala sobrevolando catedral, pero lo que están a punto de presenciar no tiene precedentes! ¡Ante ustedes: el invento del siglo!, ¡el maravilloso globo aerostático! ¡Pero tienen razón, no creer hasta no ver! ¡Esta es la prueba definitiva!, ¡la física nos hará volar! ¡En pocos años el hombre podrá estar tan cerca de las nubes que olvidaremos que la rueda existe! ¡Créanme! ¡La ciencia es la única brújula que necesitamos para adentrarnos a caminos aún inexplorados!, ¡que se destierre para siempre la oscuridad! ¡No debe existir temor alguno por lo que no conocemos!, ¡lo único que necesitamos es comprenderlo!

Sus palabras se interrumpieron justo cuando la gigantesca silueta se alzó. No cabía en su emoción cuando el público batió en aplausos. Las pesadillas, producto de las noticias de varios franceses que murieron en el intento de replicar la hazaña en este lado del mundo, de pronto se disiparon cuando las primeras flores comenzaron a caer dentro de la canasta y los rostros comenzaron a iluminarse. El avance comenzó tímido antes del ascenso definitivo. Las palmas incansables no dejaron de escucharse hasta abandonar el primer plano. El cielo se vestía cristalino, asombroso, sin final. Su corazón latía con fuerza, sus manos temblaban, pero la concentración en su rostro y su euforia sorteaban la claridad, descubriendo la belleza de algo nunca antes visto de la misma manera. No podría llegar a Coatepec, pero utilizó todos sus recursos para no caer directamente en el río Consolapa. El impacto sobre un matorral antecedió a una emoción inmensa al darse cuenta de que se encontraba con vida, pero más importante aún, que no se había equivocado.

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