Entre las olas

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Recuerdo aquellos días, una vez al año en Acapulco. Recuerdo el largo viaje en el desgastado Volkswagen amarillo que nunca quisiste reemplazar. “Es un clásico”, decías. No recuerdo una sola ocasión en que llegáramos a Guerrero sin que se averiase. Recuerdo la emoción de explorar por primera vez el pequeño cuarto en el que nos alojábamos. Siempre el mismo hotel, pero una habitación distinta cada vez. Te recuerdo a ti, a mamá y a mí tirados en la playa, haciendo castillos de arena y chapoteando en el mar. Las olas me golpeaban el pecho, a ti apenas te llegaban a los muslos. Recuerdo los tatuajes de henna que mamá se hacía para molestarte. Nunca te gustó cómo se veían. Recuerdo las cenas en un restaurante junto al mar. El sol se zambullía en el océano mientras comíamos, salpicando un cielo oscuro. Y al día siguiente, todo se repetía.

Recuerdo que esas vacaciones no solo eran un escape de la rutina, un momento lejos de nuestras responsabilidades en la escuela y el trabajo, sino el momento perfecto para alejarnos de nosotros mismos. El momento en el que podía dejar de ser el niño al que llamaban a la oficina del director por mala conducta una vez a la semana y cuyas calificaciones nunca superaban el siete, y en el que tú podías dejar de ser el hombre que tomaba cualquier excusa para evitar pasar tiempo con su familia y que en los raros instantes en que lo hacía no podía mantenerse sobrio. El único momento en el que en verdad podíamos ser el padre e hijo ejemplares que en el fondo anhelábamos ser. Pero el momento nunca duraba. Tan pronto salíamos de la playa, volvíamos a ser los mismos.

Hoy, volví a Acapulco con mamá. Ella y yo viajamos en avión estos días. El Volkswagen amarillo dejó de arrancar cuando te fuiste. Los mismos cuartos de hotel ahora se sienten más pequeños. Las olas apenas me llegan a los muslos. Mis tatuajes no son de henna. Mamá ya tiene el pelo gris. Tú ya no estás. Y en el restaurante junto al mar, cuando el sol se sumerge y salpica la noche, dirijo mi mirada hacia la playa, con la esperanza de poder verte de nuevo, jugando entre las olas. 

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