La indiferencia de tu olvido

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¿Sobre qué vas a escribir?, me dijo. Sobre la indiferencia de tu olvido.

Yo, altanera y aguerrida, siempre caminando con una mano en la cintura y la otra en el futuro, pensando en las decisiones que tomaré mañana, reconozco que fallé y perdí contigo. De todas las guerras que he tenido que luchar, la de tu corazón ha sido la más penosa. 

Hayan sido capricho, un tema de ego, daddy issues sin resolver, mis miedos que me acaparan en la madrugada, mis orgasmos enumerados, la infancia rota, mi juventud exquisita; entre todas las circunstancias y contextos, reconozco que fuiste una guerra inútil. 

Desperdicié recursos, escribí palabras al viento que nunca leíste, estudié cada una de tus articulaciones asimétricas, memoricé detalles de tu habitación, el color de tus labios, los nervios de volver a verte después de seis meses, la exigencia de la ubicación de tus cremas en el baño, las copas del vino tinto que lavé la mañana siguiente, las palomitas que no nos comimos, la película que dejamos a los quince minutos de empezada. 

Me tomé la molestia de ponerle un punto y seguido a lo nuestro, ¿y qué obtuve? Un adiós con tu puño izquierdo. Ni la peor de las putas ha recibido tal despedida. 

No me sentí utilizada, más bien, desperdiciada. 

Ronda en mi cabeza el recuerdo de tus brazos acariciándome en la madrugada. Una parte de mí reafirma tu firme miedo al compromiso y a la ola inmensa de emociones que es mi compañía. Es como si hubiera querido conversar con un adulto con emociones de niño, y yo no sé de crianzas. 

Yo sí sé de derrotas sublimes. Yo sí sé qué guerras vale la pena perder para crecer. Creo en el amor, en la perversión diminuta de mi piel entre tus sábanas, de nuestro recuerdo frente a tu espejo, de mi mano en tu cien abultada, de mi corazón de mujer dándote eso que decidí ser para ti: una persona más para tu olvido.

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