Mis paseos de autobús

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Durante mis paseos de autobús siempre recuesto mi cabeza en el respaldo del asiento.

Escojo la ventana que me hará ver el cableado de los postes, aquellos que a las seis de la tarde se encienden cual sistema del cuerpo humano al despertarse.

Me imagino un interruptor como el cerebro y cada sistema se va encendiendo, ¡las luces de la ciudad se encienden!, así le dije a mi primer amor.

Escojo la ventana del autobús que me hará mirar los arcos y las estructuras de la ciudad de Mérida.

Me pregunto si algún día tocaré esas estructuras, me gustaría saber cómo es la textura de las casas que parecen pasteles, según le dicen, diseño colonial.

¿Alguna vez se han preguntado el porqué de la ciudad?, ¿por qué está estructurada así?

Si cierro mis ojos pienso en la dirección en la que voy, la mayoría de las veces me encuentro en la calle, llamada popularmente, la calle de las piñatas, un olor terriblemente significante. Pero, ¿han visto su estructura antigua? Me imagino a las personas en los balcones haciendo algo. Ahora solo son balcones sucios y abandonados, la vida transcurre desde abajo, solo dormir, solo trabajar, solo caminar.

El autobús se mueve bruscamente y me hace perder la mirada, pero cuando me encuentro con el poste de las direcciones trazo mi propio mapa, el cableado me guía hacia mi destino.

Si recuesto mi cabeza en el autobús con la mirada hacia arriba, mis ojos se convierten en videocámaras, me imagino un video musical donde la vida transcurre de otra manera, solo la ciudad y yo.

A veces el autobús hace vueltas sobre glorietas, he estado por el Norte y la metrópoli sólo      es luz para el consumo, es una fotografía que mis ojos han tomado y nunca olvidarán.

Guardo lo que la ciudad de Mérida es hoy, porque mañana seguramente habrán demolido algún edificio, probablemente no lo recuerde, pero sé que mis ojos habrán visto algo hermoso. 

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