Prisión lectora

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Mi amor por la lectura ha existido desde que tengo seis años y apenas podía leer los textos típicos de la escuela primaria. Me gustaba destacar por mi forma de leer e inspirarme en eso para crear cuentos que siempre le gustaban a mis maestras. Cuando tenía nueve años, mi padre me regaló mi primer libro, un compilado de monstruos e historias míticas, leyendas urbanas y fotografías que hasta hoy me parece fascinante. Si alguien me preguntara cuál fue el mejor día de mi vida, diría con orgullo que fue ese mismo.
He enfocado mi vida al amor por los libros y las letras. 

Aprendí a amar la poesía, aún cuando se me complica crearla. 

Conocí el valor de la historia y convertí ese pequeño stand de cuatro libros en una habitación donde no cabe un folleto más. 

Pero claro, el mundo fuera de los libros (dígase la triste realidad) siempre me grita lo que me trajo a escribir esto: debería estar haciendo otra cosa. 

La chica introvertida, con ansiedad, debería despegarse dos minutos de los libros, las historietas y su perfil en Wattpad para dedicarse a entender otro idioma, a cocinar, a buscarse una carrera alterna que sea más realista y deje de lado la bella fantasía de las letras. Sustituirla por esos números que no entiende, los símbolos que no dan y las ciencias que a duras penas pudo llevar.

Debería estar tramitando mi titulación de la licenciatura, o algo mejor, de una despampanante ingeniería. Conocer al derecho y al revés la informática. Ser más sociable, una joven emprendedora con seguidores en redes ajenas a mi perfil de escritora, con looks envidiables y personalidad destacable. Y no ser esta chica que a veces ni siquiera tiene un motivo para salir de su cama, cuyos momentos más felices son cuando es aplaudida en la universidad por  sus textos sobre brujas y sociedades injustas, y se emociona con personajes plasmados en papel. 

Da igual. Al final, dicen que importa más la felicidad propia que la crítica ajena. Este texto es sólo el vórtice plasmado de mis preocupaciones, de un futuro que ni siquiera conozco y quiero juzgar con rigor. Lo que importa es ahora, y si mi ahora es mi felicidad desde los seis. Escribir, leer, crear… entonces me debería importar un carajo lo que se supone que deba estar haciendo, y sólo hacer lo que quiero.

 

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