Sensibilidad y pensamientos: recuento de tardes en la ciudad

bubble-gum-ga09d81755_1920-thegem-blog-default

Perdida en la inmensidad citadina, donde el viento me besa, el agobiante ruido contamina mis oídos y las inmensas nubes de humo gris me envuelven en un ambiente oscuro y difícil de respirar, que me provoca una extraña sensación de pesadez.

La sombra de los árboles y el dulce cantar de las aves me hacen sentir en un sueño lúcido. Me quiero hundir, quiero regresar a la tierra y pertenecerle al asfalto para ver las suelas de todos los que pasan, saborear sus quimeras y palpar la esencia que su olor deja al caminar, porque solo así conocería a la gente que aquí habita. Que sus pisadas me cuenten sobre las miradas que intercambian cuando se asoma la multitud y observan cómo sus pies se separan deprisa del suelo, porque aquí todo sucede rápido y hay que seguirle el paso.

Quiero arrastrarme entre avenidas, calles y rinconadas, entre suciedad y malas hierbas, quiero entender el encanto de la ciudad, su historia. Quiero leerla en braille, dejar mis huellas digitales enmarcadas en cada esquina; escuchar las calles en donde se han derramado lágrimas y sangre, donde los gritos han sido ahogados, donde se perdió el sentido de lucha por cosas que no se entienden, porque la materia no olvida, no se destruye, solo transforma y crece, como una flor en una grieta.

Deseo navegar el aire con sus olores y no dejarme llevar por la corriente, que el arraigo a esta urbe hable por mí, y me ponga pesas para no dejarme ir, por miedo, por incertidumbre, por nostalgia.

Quiero pertenecer y echar raíces, identificarme con las masas y encontrarme en los reflejos modernos que cada vez son más frágiles. Enterrarme entre la sabiduría de la gente y sembrarme, sentir la humedad y las gotas de rocío en las manifestaciones de vida verde, que el agua de lluvia me bañe como cuando limpia las calles. Y ya no sería la misma, porque parte de mí le pertenece, porque son mis plazas, mis lugares, mis sitios. Donde las alegrías quedan atrapadas en las raíces de la socialización, en los círculos, en el viento y en la inmensidad citadina. Ahora me asalta la emoción incongruente de la melancolía que se manifiesta en una sonrisa volteada. Soy hija de ciudad, y la pesadez me gana.

1
X