Elegir otro camino

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Hallarse en un agujero,

en el fondo de un

agujero, en una soledad

casi total y descubrir que

solo la escritura te salvará. 

Marguerite Duras 

 

Muchas veces he pensado, ¿qué sería de mí si no me dedicara a la escritura? Para mí, tanto la escritura como la lectura son actos no vitales, pero sí cotidianos, como las personas que le echan agua a sus plantas, hacen la comida o cuidan a las crías. Así es mi escritura: algo con lo que convivo todos los días, incluso aunque no esté escribiendo. 

Pero también pienso que, si no escribiera, y por supuesto, si no leyera, sería una persona mucho más feliz, porque el oficio de la escritura requiere cosas que son muy dolorosas. La lectura es un acto de dolor tan grande que uno no vuelve a ser el mismo, con cada palabra leída vamos perdiendo un pedacito de nuestro corazón. Por el contrario, la escritura es una forma de reparar, quizá, los huecos que deja la lectura. 

Y aunque no concibo mi vida sin estas dos actividades, a veces sí me pongo a pensar en construir mi existencia alejada de la escritura, en hacer otras cosas. Por ejemplo, hace unos meses tomé un curso para poner uñas; esa decisión obedeció, por supuesto, a tener una segunda opción monetaria: si falla mi escritura, al menos tendría un oficio, pero también este curso me dio la oportunidad de saber qué es lo que estaría haciendo, si no estuviera escribiendo. 

Me imagino, en una vida muy idealizada, tener una casita cerca de una playa en donde pueda poner uñas a las turistas, y durante el crepúsculo irme a la orilla del mar, echarme a un camastro y ponerme a leer por el simple hecho de hacerlo, sin buscar esa verdad que otorga el lenguaje y las historias, y alejarme de la necesidad de la escritura que, quizá, tanto daño me está haciendo. 

No sé cual sea el futuro de mi escritura, no sé qué pretendo ni qué busco cuando escribo y precisamente por eso, lo sigo haciendo. Porque quizá algún día pueda compaginar mi vida de escritora sin que me dañe, y pueda amar y convivir en paz con las personas que amo. 

Hace poco leí que la escritura es un acto de resistencia, y es muy cierto, escribir es soportar el rechazo una y otra y otra vez, y no puedo dejar de pensar en por qué elegí este camino. Si a veces soy tan frágil, ¿por qué no elegí casarme cuando pude, tener una familia y dedicarme a un hogar en el que no tuviera que escribir? Y poner sobre la mesa: ¿Ya es demasiado tarde? 

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