Imágenes de Ciudad a vuelo de pájaro

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Imágenes de Ciudad a vuelo de pájaro

 

¿Y si además de poder sobrevolar súbitamente sobre esta ciudad colmada de historia y paisajes, como lo sugiere Rafael Vargas en su texto Acrofilia, pudiéramos contemplar en ese vuelo intempestivo imágenes de nuestra ciudad en el tiempo? 

Imaginar o recrear distintas estaciones de la Ciudad de México se ha hecho antes con bastante éxito. Por ejemplo, el poeta Eduardo Lizalde tituló uno de sus poemas más ambiciosos como Tercera Tenochtitlan (1983) porque pensó la ciudad moderna como la tercera fase de la ciudad nahua originaria y, en tanto tercera metamorfosis, una ciudad con un vínculo genético con las características identitarias de la ciudad colonial y mesoamericana. ¿Qué se conserva y qué se profundiza en cada una de estas fases de nuestra ciudad triédrica? ¿El frenesí y el desconcierto mesoamericano reaparece de tanto en tanto en alguna esquina o áreas enteras de nuestra ciudad?

Un sobrevuelo por la ciudad en el tiempo nos lo dan las imágenes. Los archivos visuales (que no son pocos) nos dan una muestra a vuelo de pájaro de esas mutaciones históricas que tomaron tanto tiempo pero también traumas. Si comparamos las imágenes de la primera Tenochtitlan, por ejemplo la del Mapa de Cortés de 1524 que nos presenta la naturaleza esencialmente lacustre de la ciudad con representaciones aéreas que se elaboraron más tarde con mucho más exactitud, observaremos la paulatina desecación del lago y la sustitución del cuerpo lacustre por la retícula urbana, como ya aparece en las litografías de Casimiro de Castro de mediados de siglo XIX, donde esa misma red de calles del mapa de Cortés se ha multiplicado hasta la periferia del valle. 

                              Hacia 1930, por ejemplo, el arquitecto Carlos Contreras hablará de este fenómeno de incontenible extensión de la mancha urbana señalando “adiciones sucesivas de territorio, que se yuxtaponen alrededor de una celdilla original”: la primera Tenochtitlan fue expandiéndose con adiciones poco planificadas, como un inmenso rompecabezas de piezas que no encajan y que no tendrá solución ortogonal. Una vista satelital confirmaría esta constante en la que adiciones de territorio han conformado una Tenochtitlan monstruosa que Lizalde califica con razón como una “vieja laguna corrompida”. Quizá por eso, Vargas prefiere mirar el paisaje, el Popocatépetl, el Iztaccíhuatl, esas cumbres donde la naturaleza aún resiste la destrucción y lo mejor de la primera Tenochtitlan aún se conserva incólume.

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