Lucifer

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Domingo otra vez, está lloviendo y pronto el 2022 se esfumará como neblina que cubre los cerros hasta la aparición de la Estrella de la Mañana, Lucifer, el ángel caído forzado a gobernar el Infierno. Estoy segura de que por lógica creen que el Sol destierra el vapor espeso matutino, pero no escribo con raciocinio solo para mantener la atención humana sedienta de postintelectualismo, si es que este último término existe; en fin, solo expresaré mi gratitud hacia el Señor Estrella de la Mañana, por su valiosa aparición en mi brumosa existencia.

En la Tierra, la humanidad ha sido adoctrinada para culpar al Diablo de todo el mal que hacemos y que nos hacen, ¿cierto? Pero reflexioné al respecto y me di cuenta de que si nosotros mismos somos responsables de nuestros actos y sus consecuencias, entonces, ¿por qué temerle a la Estrella de la Mañana? El temor que él le tuvo a su padre lo fortaleció para desafiarlo, así que eso es un buen ejemplo para enfrentar nuestros mayores miedos, sean terrenales o no.

Aunque no ha vuelto a visitarme, sé que lo he visto en mis sueños. Lucifer me ha hecho sentirme mejor y motivado para tratar de buscar una reconciliación con mi presencia en la Tierra, porque este mundo es el Cielo y el Infierno a la vez. Cada quien sabe y siente cuándo es ángel y cuándo es demonio; cada persona es libre de experimentar lo que le hace bien y lo que le hace mal y, del mismo modo, cada humano debe tener la fortaleza para enfrentar su propio camino.

Lucifer, Estrella de la Mañana, diablo y ángel caído, gracias totales. Nadie en su sano juicio te agradecería, pero yo sí, porque ninguna verdad es absoluta. ¿Acaso Dios, tu padre, es absoluto? ¿Tú eres absoluto? «Absolutamente, todo es relativamente relativo», por muy redundante que pueda sonar. 

Señor del Infierno, tú que iluminas con tu luz incandescente mis mañanas, tú, quien desde las partes más remotas del norte has usado tu ira con inteligencia, gracias por visitarme y mostrarme tu propia puerta de la percepción. Me enseñaste que no hay peor enemigo que la mente misma. Eras tú quien me acompañó en esa caída. Me sentía sola, pero lo cierto es que solo necesitaba expandir mis pensamientos y aceptar lo inaceptable y sí, te vi, tan sereno y tranquilo, esperando mi despertar para traerme de vuelta a mi existencia y continuar creciendo con ella, transformándome, aceptándome tal como soy, como yo quiero ser. Lucifer, Estrella de la Mañana, ahora no sé cuándo volvamos a vernos, mientras tanto «way down we go».

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