Carmen

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Cuando te conocí el silencio habitaba en mí.

Ahora intento recordar cómo era tu forma de 

reír, tu forma de hablar, tu forma de ser.

 

Mujer joven, mujer sensible, mujer viva.

En los jardines y ventanas 

nunca dejó de brillar el sol, nunca.

 

Dejaste de prestar atención al retrato

oculto de los árboles, querías descubrir el

mundo a través de tus ojos, aunque las 

imágenes no fueran bastante claras.

 

No te dabas por vencida,

gobernabas en ti como 

un soldado listo para la guerra:

bailarina dispuesta a dar los mejores pasos

en cualquier campo de batalla.

 

¡Oh escritura, mi fiel compañera, mi eterno

cariño! El universo se detiene si pienso en ti.

Te conviertes en letras, te conviertes en 

Amor. 

 

No pude decirlo aquel viernes,

ahora quiero que lo sepas, eres

mi rosa roja sin marchitarse. 

 

Cuando la hoja en blanco se encuentra

amanecen palabras: cabellos dorados, 

manos rotas. 

 

Irremediablemente el poema,

mientras lo escribo, canta y llora en espera 

de últimos versos que nieguen la existencia 

de la oscuridad.

 

Noche no es sinónimo de oscuridad, amor no 

es lo mismo que cariño, pero debo justificar 

cada letra manifestando sentimiento y pasión.

 

Yo renuncié a todo, pero mis ojos no 

mienten, siempre verás en ellos el abrazo 

que me diste. 

 

Yo lejos de ti, tú lejos de mí. No te hablé,

no te busqué, pero te quiero y tu nombre 

estará siempre vivo en cada una de mis 

frases. 

 

Al principio, el silencio se apoderó de todo,

ahora el poder lo tienes tú, un poder más 

fuerte que la primavera y el invierno.

Mi cariño y amor pertenecen a la escritura, 

es decir, mi cariño y amor pertenecen a ti.

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