El cariño de mis letras

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En ocasiones olvido mi nombre, de dónde vengo y a dónde voy. Se nublan mis pensamientos y pierdo la noción de mí misma. Supongo que todos atravesamos por lo mismo en algún punto del camino, pero me pregunto: ¿Algún día desaparecerá la incertidumbre que me ahoga? Ruego que la respuesta sea un dulce “sí”, pero es complicado creerlo, pues todos los días siento que respirar es cada vez más difícil, no logró encontrarle significado a lo que hago y me aterra el futuro: ¿Qué haré de mi vida? ¿Lo estoy haciendo bien? 

         Son tantas preguntas que ni siquiera puedo articular una respuesta. Lo único que tengo son mis letras, que se deslizan entre mis dedos y adquieren un significado particular de acuerdo a la ocasión; pueden ser tristes, elocuentes, y cuando me lo propongo filosas. Sin embargo, las que me encantan son aquellas que están inmersas en una intención catártica. 

         Cuando el tiempo y la desesperación me alcanzan, creo un relato que hable sobre la frustración de no cumplir objetivos; en las tardes, cuando me visita la melancolía, escribo sobre cómo extraño quién solía ser y los buenos momentos que viví; en las noches de llanto, elaboro un cuento acerca del dolor de un corazón roto y en los fríos días de otoño me despido, a través de una carta, de aquellos a los que amé y que nunca volveré a ver. 

         En cualquier situación la escritura me cobija, le brinda calidez y paz a mi corazón. Se convierte en el medio para expresarme con libertad y sinceridad, pero sobre todo, es un lugar seguro donde puedo ser yo sin temor ni represión alguna. Ese es el significado de mis letras: un sitio donde resisto y me abrazo.  

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