La criatura que me acecha

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En mi casa está viviendo una criatura que no se asemeja lo suficiente a ninguna especie de la que haya escuchado hablar antes. Se parece a un tigre dientes de sable por los colmillos afilados, autores de las mordidas en mis tobillos cuando camino apresuradamente por el patio, pero él quiere que me detenga para mirarlo; también es parecido a un mamut por el pelaje sedoso que le cubre todo el cuerpo, aunque lo deja olvidado en los lugares donde se recuesta a tomar la siesta. Sin embargo, no es ninguna de esas especies extintas cuyos ejemplares tenían un tamaño mucho mayor al que estoy tratando de describir ahora.

La criatura que me acecha tiene una larga cola rayada, tiene garras capaces de alejar a quienes se acercan demasiado a su comida, da unos saltos tan asombrosos que pareciera que vuela por momentos, y su pequeña nariz es rosa como un bombón de fresa. Puede que la descripción de su aspecto no sea convincente, pero en serio, ¡estoy hablando de unas criatura fantástica! Hace cosas verdaderamente mágicas: él habla con las flores, ellas le cuentan sus secretos y él las escucha con atención. Deben ser muy sabias, pues se pasa horas y horas junto a ellas jugando entre las macetas. Las aptenias fucsias lo quieren tanto que lo protegen siempre que es necesario, le brindan escondite del clima y de la gente.

Vive tan despreocupado que por descuido se tragó una bomba, lo bueno es que no le pasó nada y de hecho ahora con frecuencia se la escucha vibrar dentro de su barriga. Este ser es capaz de cambiar el tamaño de las cosas, hace más grande los sentimientos brillantes al tiempo que reduce cualquier tipo de malestar. Como si no fuera suficiente ya, está tomando clases de repostería junto a mi hermana menor. 

Me gustaría que los capullos del arbusto expliquen de dónde es que vino y si es allí a donde va cuando desaparece al entrar debajo de las escaleras, si atraviesa un portal que lo lleva con los de su especie y si para su mundo la magia somos nosotros.

Existe una creencia popular que afirma que los seres mágicos existen, que son fundamentales en la cotidianidad a pesar de que no podemos verlos. Creo que esa idea es irónica y un tanto cómica porque yo sí puedo ver a esta criatura…pero él a mí no puesto que no tiene ojos. Aún sin poder mirarme ni hablar mi idioma, me enseñó que en ocasiones la fantasía se escapa de la mente.

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