Literatura, gatos… Escribir

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12/11/22

El amor es algo vago: encuentra verdades en brazos ajenos, nos condena al duelo; ama      sufrir, pero parece no sufrir amando. Al amor lo encuentro en los ojos de mis gatos, cristales marrones como ámbar, que me miran cuando escribo ideas que me flotan en la cabeza. Cuando escribo no miro a mis gatos, los huelo, sé que están porque flotan entre las ideas que captura la tinta. Mis gatos, como la literatura, mis gatos son literatura, son el cristal que me deja sentir las ideas y capturarlas como lo que siempre fueron: emoción.

Me entiendo entre las letras que viven en vilo, que permean su bonanza entre la mala noticia y el éxtasis. Una carta de amor, un disparo al aire, que me diga que no me querrá más, eso es la fuente que es fuente y agua, donde brota la idea, la emoción, y se transforma en lo que siempre fue: letra.

Cuando me encuentro en la sala tomando té de lavanda, quiero tropezar con las letras en el agua, buscar satisfacción para el pecho, pero el cuaderno me dura mucho tiempo vacío. Mi cuaderno permanece vacío hasta que veo una buena historia, o hasta que un humano tropieza con su vida y lo presencio, eso le cuento a mis gatos, suele ser la buena historia. Cuando escribo quiero vivir de pluma, pero con los años entiendo que puedo tener la novela completa, con algunas faltas ortográficas, y el pecho, aun vacío.

Tener el pecho vacío no suele ser algo malo, la tragedia es saber que en ti no existe ni minucia. La tragedia es vivir de pluma, encender con el fósforo de la letra y sentir cómo les hundes vida a los que leen, cómo les haces creer que existe vida desde un pecho muerto. Ridículo. La tragedia, le digo a mis mininos, es saber que el escritor nunca vuelve a ser el lector ávido que fue alguna vez. Mi tragedia es conocer tanto las letras que no surten efecto en mí, ya no son minino, son coyote que me desgarra.

En ocasiones me desviví tanto por escribir que olvidé que vivía escribiendo, que vivo de describir la emoción. El escribir es mi diario vacío, cuando el sol me desviste la piel, cuando sus oídos confidentes me escuchan llorar. Escribir es amar la letra por pavor al olvido. Escribir son mis gatitos, Duque y Ramón, cuando me dan un beso. Escribir también es ellos, pero un ellos cuando me abandonan la casa, cuando me dejan muerta pensando que me los van a envenenar.

Creo que todo lo anterior no es escribir, pero sentí que lo fue, que lo es. Todo lo que escribí es una confidencia que te hago a ti, querido diario. Me conoces más que nadie, tal vez tú deberías decirme qué es escribir para mí. Querido diario, tú que me obligaste a revivir los últimos dos meses, ¿qué es escribir?

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