Ser (hacer) letras

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La catarsis es un vuelo del alma, 

llega con su tempestad de tormenta 

a reivindicar la vida 

y su atolondrado camino. 

Si una mujer pusiera sus historias en papel, 

sería más fácil darle sentido 

a las lágrimas del corazón. 

Y es que el corazón 

no solo llora por lo amores de la juventud, 

sino por las amigas perdidas, 

las madres complicadísimas 

y los padres ausentes. 

El corazón llora 

porque se siente débil, 

apretado 

            o desbordado.

 

Para dar tierra 

a las nubes de la cabeza 

o a las aguas profundas del vientre 

he encontrado la escritura, 

porque a veces la vida es cruel, 

porque los sueños se rompen.

 

Tampoco quiero decir 

que he vivido pésimo, 

sino que, algunos saberes sin nombre, 

no se pueden acuerpar

porque no hay sentido,

si no son nombrados 

sin antes leerlos 

desde las entrañas.

                       Entonces

                       los haces tuyos, 

le das dignidad. 

Y así, 

arrebatar el poder, 

por los actuares 

que se encuentran fuera de ti,

se llena de fuerza el corazón 

y puedes seguir 

brincoteando por la vida 

y sus jolgorios de fiesta alegre.

 

Escribimos desde tiempos inmemoriales, 

desde que aquella princesa 

y sacerdotisa Mesopotámica 

acuñó poemas y cantos 

de cuando Dios era mujer, 

de cuando Inana 

bajó al inframundo,

así como lo hacemos 

cuando la sombra cubre nuestros ojos 

y apretuja las entrañas, 

así como Perséfone

que después de ser la doncella raptada, 

se convierte en la Diosa, 

                                 Reina 

                                    y Señora del Hades, 

así, con la fuerza de las ancestras 

lamemos nuestras heridas

como lobas, 

corremos por las noches 

y danzamos a la luna.

Observo mi cuerpo, 

lo hago territorio mío 

y apapacho,

cual mamífera, mis sentires, 

les doy voz,

                escribo y

                           les doy alma.

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