Puedo escuchar su lamento…
Durante las noches siento su gélida respiración a ras de mi oreja, ha venido a anunciarme que todo se terminará dentro de muy poco… (Perdona mi letra, la enfermedad y el frío me han puesto a temblar hasta la punta de los dedos). Sabes, siempre pensé que la juventud nunca me abandonaría, que se quedaría conmigo hasta la última de las canas de mi cabeza, sin embargo, me han abandonado todos esos sueños, y a esta casa ya nadie ha vuelto a visitarnos, las voces en el aire dicen que es contagioso, los jardines son nuestro límite, pero nuestra poca energía es el verdadero grillete que nos une a la cama. Dios, realmente ni siquiera sé cómo te haré llegar este escrito…
Mis ganas de seguir adelante también se han ido, como el sol cuando las cortinas cayeron pesadas hasta el suelo, el sonido fue el mismo que el de un cuerpo que cae en su Santa Sepultura, el escalofrío que sentí en ese entonces aún lo tengo incrustado en mi columna.
He tratado de encontrar mis alegrías en el salón donde siempre bailábamos, aunque creo que se han fugado por la ventana, ¡y mis esperanzas! Ah, mis esperanzas… esas se fueron con las mariposas al comenzar el otoño.
Espero con desesperación que de tu lado siga siendo primavera, y que mis añoranzas estén bien resguardadas en tus manos. Temo que no podamos continuar, posiblemente moriremos a causa del olvido y la confusión…
Al final de todo, te escribo esto porque quiero que sepas que siempre pensé en ti, que eras parte de esos sueños, del futuro, pero encuentro que mi piel se ha vuelto delgada, mi sangre me corre lenta, mis respiraciones son más largas, y a veces el sopor me cierra los párpados con candado. Ya no me da hambre ni se me antoja salir a caminar. Estoy aferrándome a un único hilo de esperanza, esperando que donde quiera que te encuentre este mensaje, el optimismo esté contigo, al menos así sabría que en algún lugar de la existencia estás bien.
Con cariño y hasta el último de mis suspiros.
Siempre a tu lado.
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