Asuntos pendientes

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A Diana.

I

—Dime cinco cosas que te gusten de mí —dijo con cierta arrogancia.

—Me gusta como besas —contesté sin pensarlo, como si quisiera decírselo desde hace mucho tiempo.

— ¿Y qué más? —preguntó burlonamente.

— Me gusta tu aroma. Me gusta tu esencia. Hueles muy rico.

Cerré los ojos y respiré profundamente su aroma con la intención de no olvidarlo jamás.

—Me encantan tus ojos —le dije mientras la miraba.

En ese momento pude continuar con todas las partes de su cuerpo. Quería decirle que, de ella, todo me gustaba, su piel, sus manos, su cuerpo, pero sobre todo las comisuras que se dibujan a un lado de su boca cuando sonríe; no se lo dije, me falto valor para declararle que me había vuelto loco por ella.

—Eres muy divertida. Me gusta la forma en la que dices tonterías. 

Todo esto se lo confesé mientras bailábamos. Soy pésimo bailando, pero era el único momento en el que podía estar cerca de ella.

—Me gusta como bailas —le dije mientras la tenía entre mis brazos. 

No recuerdo si dije cinco o más cosas, no evoco bien las cosas, cierro los ojos y solo la veo a ella.

II

Ha pasado el tiempo, no ha ocurrido mucho. He caminado las mismas calles y he descubierto otras tantas, un par de empleos, tanta gente y la constante del cambio. He dejado de frecuentar a los amigos, me he alejado de todo y todo se ha distanciado de mí, así como suceden las cosas sin importancia. Pienso que los acontecimientos tenían que ocurrir de esta forma y no de otra. Este es mi destino y como tal, tengo que asumirlo. Al final terminaré consolándome diciendo que “las cosas pasan por algo”.

III

Lo único que me quedaba era extrañarla, extrañarla como nunca, porque aunque dos personas jamás se olvidan, hay amores que no pueden ser.

IV

«Estoy aquí, porque te lo había prometido», pero era mentira, yo me había hecho esa promesa. La había buscado por todo el mundo, por puro orgullo, pero sobre todo por angustia, pues no soportaba la idea de vivir sin ella. «Tú y yo tenemos un asunto que arreglar», le dije. «No me debes, ni te debo nada», me dijo, «así que vete», remató. «Ya verás como sí» le dije, y no dije más porque me estaba ahogando en las ansias de tenerla cerca. Mi boca busco su boca como tantos años atrás. Apenas si podía respirar. En realidad, la había buscado porque habíamos dejado un amor pendiente. 

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