Atardecer de vida

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      Por aquí la ruta sigue igual, con sus baches horrorosos (¿quién es el intendente?) que impiden un camino liso. He intentado tomar fotografías al sol, sin éxito alguno; la turbulencia impide un buen enfoque. Solo resta mirarlo, quedarse con esa imagen grabada en el alma. No es lo mismo, lo sabes.

      Desde hace tiempo he querido escribirte para saber saber qué es de tu vida, cómo están los tuyos, tu relación conflictiva con tu padre, la nueva pareja de tu madre, tú y tu psiquiatra… Hace ya casi un año de cuando nos saludábamos tanto, de ser casi “tal para cual” y de no haber sido.

      Tú allá, yo aquí. Una ruta que nos unía nos sigue dividiendo, pero el camino no es el problema, nuestros pasos en sentido contrario sí. Podrían decirse muchas cosas más, qué letras nos faltan, cómo van las sílabas de Les Luthiers… Pero no me siento preparada. ¿Algún día nos veremos sin los fantasmas? Las calles de Montevideo serán un recuerdo siempre, un abrazo allí, un beso en la mejilla, tu perfume, mis nervios, alguien preguntándonos una dirección, y nosotros perdidos…

      Todo lo que fue, queda allí. Esto (esta hoja en blanco, mis dedos sobres las teclas), es una excusa para pensarte y decirte que no hay olvido válido para el amor, y por eso existen los inventarios de cosas perdidas.

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