
De la infancia a mis veinticuatro, se expande una gran mancha de ruido.
Mi padre murió de cáncer y yo me enamoré de la palabra Tordo. De la palabra Carta.
Me habité en las flores, en la tierra de panteón mientras afuera no tenía nombre.
Aquí vine, a tu pregunta. Yo me voy a morir para ser quien sea.
Ya justifico los días cuando tachoneo en mis cuadernos mis más cercanos personajes.
Pero me pasa el amor como un descanso frente al vacilo.
Es un olor a sueño amplio que cuenta por las noches ríos y tigres
que me tiene crepitando ramitas en medio del frío.
Por decir que es bueno el fuego en cualquier época del año.
Después de todo voy a morirme.
Y mi poema está cada tanto con las hojas secas
para que yo me calle sinceramente.
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