Medicina para el alma

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Hay días en los que no tengo con quien hablar, 

en otros sencillamente prefiero callar. 

Hay veces que la confianza me parece ajena, 

otras solamente no quiero arruinar la cena. 

 

Hay días en los que he llorado hasta quedarme dormido, 

cuando personas que siempre estarían, marcharon.

Otros en los que la ira y el enojo me cansaron,

y qué decir de las veces que he estado perdido.

 

He sentido dolor, tristeza y desesperanza

he suplicado por milagros con añoranza,

sin tener respuesta del aquel omnipotente,

y lidiando con conflictos viles en mi mente.

 

He desbordado de gran dicha y felicidad,

me llené de júbilo en miles de atardeceres,

el amor me hizo apreciar más mi realidad,

y qué lindo que me han hecho sentir otros seres.

 

Tanto que he sufrido, experimentado y sentido,

tristeza, alegría, enojo, incluso hasta despecho,

sea cual fuese la sensación que habitó mí pecho,

la escritura fue mi desahogo preferido.

 

Fue por la escritura que me sentí en libertad, 

el amigo que me acompaña en la adversidad,

el acto de amor propio más grande que he tenido, 

lo que a mi vida le ha dado forma y gran sentido. 

 

Con ella me desvelo en mágicas madrugadas,

siempre me acompaña en mis triunfos y mis pérdidas,

es mi mayor confidente y siempre me acompaña

relación recíproca, pues la extraño y me extraña.

 

Ella es la excepción a las líneas de estos versos, 

pues con ella hablo hasta imaginándome universos, 

me ha dado la confianza que alguna vez perdí, 

medicina para el alma, así la describí.

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