
Yo era
de esas personas
a las que
no les importaba
lo que dijeran
los demás.
Que pensaba
que el mejor concierto estaba
conformado por las risas
de mis amigos de la prepa.
Siempre llevaba
dinero de más
para alguna
diversión extra.
No me preocupaba
la calificación que sacara,
o si decían
que hacía
el ridículo
al cantar.
Expresar felicidad
no debería
estar mal.
Y con la tristeza,
me gustaba bailar
bajo la lluvia…
Hasta que alguien que amaba
me dijo que estaba cansado
de verme llorar.
Esas palabras me cambiaron:
me convencí de que el mejor sonido
era el silencio
después de trabajar.
Mi cartera casi vacía
por miedo a ser asaltada.
Ya no canto en vía pública.
Y tengo un impermeable en mi bolsa…
¿Qué pasó con esa
pequeña
locura?
Está dormida
y necesita
despertar.
Me perdono
a mí misma
por dejarme influenciar
por lo que dijeran
los demás.
Ahora sé
que puedo llorar
sin ser juzgada,
bailar
con todo y paraguas.
Expresar
mis alegrías
en voz alta,
y eso no está
mal.
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