Un abrazo propio

pexels-furkanfdemir-7080728-scaled-thegem-blog-default

Hay tantas respuestas, pero es tan difícil expresarlas. Tengo tanto que agradecerle a la escritura que no sé bien cómo hacerlo. Podría comenzar diciendo quién soy: una mujer tímida con profundas ganas de ser escuchada. 

Desde muy pequeña comencé a escribir, lo hacía porque no sabía nombrar mis emociones y en un intento desesperado por entenderme terminaba vaciando mis pensamientos, hoja tras hoja, hasta que por fin me sentía liberada.

La interacción con otras personas se me hacía complicada, expresar lo que sentía y pensaba era casi imposible. Pero nadie se puede quedar para siempre con todo lo que lleva dentro, así que de alguna manera tenía que salir y fue a través de la escritura que pude lograrlo.

Concebirme como una mujer tímida me hacía creer que jamás iba a poder compartir mi sentipensar. Me guardaba para mí misma lo que escribía, imaginando que un día me atrevería a enseñarlo. Pronto me di cuenta de que la escritura me estaba regalando algo invaluable: la posibilidad de expresar al mundo todo lo que yo quería sin poner en riesgo el espacio seguro y la intimidad que necesitaba para hacerlo. 

No hubo vuelta atrás; comencé a compartir lo que escribía. Estaba logrando lo que más quería: ser escuchada. Pasaron los meses y las demandas de la vida cada vez fueron más intensas. Dejé de escribir porque ya no tenía tiempo.

Cuando salí de la universidad y comencé la agobiante etapa de ser una egresada más en busca de un lugar digno en donde habitar, mis ideas de post-universitaria se confrontaron con la cruel realidad y otra vez todo se movía. Volver a escribir se convertía en una urgencia.

En medio de tanta velocidad y tantas exigencias que no me dejan parar, detenerme es una protesta. Sobre todo, si es para escribir. He demostrado cuán sensible soy sin sentirme vulnerada. Me he encontrado y sostenido en otras personas. Las he acompañado y me han acompañado. Es una forma de amor, pausa y tiempo; también de seguridad, autonomía y confianza que a veces hace mucha falta.

En un contexto donde percibo la realidad con tanta aspereza, escribir me devuelve el abrazo que todo el tiempo estoy pidiendo y cuando lo hago me doy cuenta de que me lo doy yo misma. Creo que no hay mejor forma de decir cuánto me quiero.

47
X