A través del tiempo

pexels-alena-yanovich-11437521-scaled-thegem-blog-default

Desconectarme de todos para conectar conmigo, fue lo primero que pensé aquella noche cuando se me rompió el corazón por enésima vez. Tristemente ya ni yo me creía, lo había dicho tantas veces, después de haber expresado: “Si me voy a dar en la torre, lo voy a hacer bien”. Cuando evidentemente ocurrió la colisión, me hice bolita y lloré a mares, porque lo sentía y porque quería.

Al día siguiente busqué en el diccionario el significado de la palabra expectativa, puesto que era una palabra frecuente en el vocabulario de mi psicóloga. En la primera fuente decía: «Esperanza o posibilidad razonable de que algo suceda». A menudo soy así, sueño con los ojos abiertos y espero irracionalmente un milagro. Sin dudarlo, eso ha sido lo que con frecuencia me ha enviado hasta el fondo. 

El 2022 casi hizo que ese “algo” sucediera, pero como aún tenía lecciones por aprender, terminó repitiendo aquella historia que yo conocía muy bien. Fue ahí cuando tuve la oportunidad de escribir el mismo final o cambiarlo o dejarlo abierto. Cuando me disponía a hacerlo me detuve, no por falta de ganas, no porque conservara la esperanza (aún sobrevivía un poco, debo admitirlo), sino porque estaba tan cansada. Estaba asqueada de esperar y crear ilusiones. Deposité la pluma sobre la mesa, cuestioné, no lograba comprenderlo, sin percatarme de que ese caos me estaba haciendo consciente de mis opciones. Al final, el dolor y la desilusión también merecen reposar para poder dar paso al brillo.

Ya no tenía karmas pendientes, nadie me debía nada y viceversa, me había liberado de los rituales y las lecturas de cartas, pese a seguirme topando con aquella gitana que me sonreía amablemente, mientras “revelaba accidentalmente” algún dato de mi fortuna. 

“Quien esté libre de karma que lance la primera piedra”. Había conocido a la persona herida, enojada, temerosa, ebria, extrovertida, aislada… habitando en diferentes épocas. En cada una de ellas había cierta destrucción, pero todas me daban vida. Así concluí que mi mejor versión es la actual, porque es la suma de todas las que han existido. Entonces ni karmas ni pedradas, la persona que me mira cada día al espejo me recomienda respirar profundo, y luego agregar una pizquita de amor a todas mis acciones. 

Ya vendrán más historias, más versiones y más formas de aprender a vivir. 

8
X