Dispersión

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Observando la dualidad corpuscular, solía preguntarse si uno podía ser más que una costumbre; un círculo, completo y con un sonido vacío. Su forma crecía en un medio que solo quería equilibrarse y, a veces, recordaba lo que dijo; que, para él, los espejos no significan nada y que hacía mucho que no se encontraba. Irónicamente fue lo último que le hizo creer que había algo de él en alguna parte, y extinguió la curiosidad cuando expresó firmemente que no era necesario, que mientras más permaneciera ella cerca nada haría falta, porque finalmente se había hallado en sus ojos.

La inquietud figuraría el enfado, la práctica lo terminaría por abstraer y al final descubriría que quizás él tenía un poco de razón. No el que solo necesitaran uno del otro (después confirmaría que solo hacía falta alguien, no ella); quizá en una delusión, en la que al verse realmente encontrara algo y aun así siguiera esperando que el abismo mirara de vuelta. 

Porque él podría nunca haber existido, el gato podría nunca haberse ido y quizá las personas a las que ama no estarían perdidas en un estadio que se mantiene vivo por el deseo; pero, de todas formas, seguiría tratando de disgregar el vapor con la mente, aun cuando su mano siempre estuvo ahí, porque prefería mantenerla cerca para no morir de frío. 

 

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