Mi mejor versión

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En el peor de los casos, mi mejor versión sería aquella que miraba atentamente el mar en 1999. Sin pensar mucho, sin saber tanto, mientras el helado se derretía sigilosamente sobre su mano. Por primera vez sola y completa, llena de sí misma y de la sensación consciente de la vida, capaz de pensar en colores, olores, sensaciones, pero sin palabras…

 

En el mejor de los casos, es aquella que cansada mira un monitor y teclea deseando dormir, al mismo tiempo. Aquella de corazón roto y pegado, de cabello teñido desde hace años, de estrés laboral y acné en la barbilla. La misma que no tiene dinero para un helado, ni para la playa. Esa que ha sido traicionada y amada, escuchada e ignorada, que se sabe aprendiz y maestra como cualquiera que viva esta vida. 

 

Aquella que se detiene de vez en cuando a mirar, mirarse, sin necesidad del mar y sin necesidad del helado. Esa misma que se sostuvo en la depresión. Esa que espera recibir y ser amor; esa que ama, esa que llora sin remordimiento y se ha entendido joven e inexperta. Aquella que en los otros ve parte de sí misma y que perdona entendiendo el dolor que a veces, se oculta detrás de palabras, actos y decisiones precipitadamente crueles. Aquella a la que lo anterior se le olvida. Esa.

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