Todo lo que nos pasa, nos pesa, mas todo pasa

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Estoy en la carretera, siento que he perdido el rumbo y me reprocho que esto no me estaría pasando si hubiera tomado la desviación a la derecha en aquella intersección. De haberlo hecho, hubiera llegado al destino dentro del tiempo esperado y no estaría aún dando vueltas preguntándome si alguna vez llegaré.

Allí no me sentiría sola, tendría todo lo que necesito, sería feliz. En ese lugar el aire sería más limpio; el cielo, inundado de estrellas; el sol saldría siempre; el verde de los árboles sería más verde; el canto de las aves, más armónico… y podría seguir con la enumeración.

Porque es natural pensar en un ideal, ya sea al recordar un pasado o al imaginar un futuro (“y ninguna blancura (perdida) es tan blanca como / el recuerdo de la blancura”, como sabía William Carlos Williams), es nuestra mente la que exagera y nos hace anhelar una situación distinta.

Mas no creo que necesariamente haya que conformarse y agradecer pensando que estamos viviendo la mejor versión de las cosas que pudieron habernos pasado; creo que sencillamente nos pasa lo que nos pasa, lo que corresponde que nos pase, o lo que alguien decidió que nos pase; que el multiverso no es tan diverso; que podemos elegir, pero solo una de las limitadas opciones que tenemos.

(Si quiero que mi hija se ponga un suéter le doy a elegir entre el azul y el morado, ella queda conforme creyendo que fue su elección. Pero es una falacia, las opciones eran suéter o suéter. Y para los adultos no es distinto).

Si no me hubiera tropezado con esta piedra, lo habría hecho con la siguiente; si no me hubiera resfriado, me habría enfermado del estómago; y si no muero por una causa, sin duda lo haré por otra. 

Aun así, reprocharse es un lugar común: “esto no me estaría pasando si hubiera hecho las cosas de manera diferente”. 

Todo lo que nos pasa, nos pesa, mas todo pasa.

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