¡Es desgracia!

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En este solo contemplar me aqueja. 

Aquel sol se filtra por la ventana; 

se asoma por la rígida persiana,

y ante mi rostro su fulgor me deja. 

No hay tristezas, ni rencores o queja, 

solo el diario trinar de la campana

del tiempo, que de la muerte es su hermana,

que tras sus fúnebres pasos, perpleja 

mirada apagada deja. La gracia 

de una quimera, hoy día, no me visita,

no me rasga, en mí no se precipita. 

Hoy no me conmueve aquella desgracia 

del olvido, y sentir cómo transita 

por las sonoras grietas. ¡Es desgracia! 

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