No fue abuela. Es diablo y vendrá por mí

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I

De la ventana al precipicio creció aún más la distancia. En su cama de láminas viejas y un montón de palos con tierra que la sostuvieron, hubo noches y hubo días de mucho sol, donde el diablo se puso sombrero, y se acostó a descansar en los techos. Con su extensión de madera cubrió los huecos, creyó que no vería cómo se alimentó con los muertos que le crecieron de sus pies. Lo que olvidó fue que la conocí desde los siete y supe muy bien dónde escondió sus secretos.

II

Yo le decía diablo porque le rezó por mucho tiempo al de arriba. Su moneda de cambio: plegarias por delitos. Pidió perdón tantas veces, con la vista al cielo, mientras le lanzó rocas al perro. Le rompió los huesos. El paisaje igual de roto, se quedó girando en su pasto seco. Y así fue que decidió sembrar flores. Clavó mil y un pensamientos por donde anduvo. Pero no tuvo agua para regar el jardín. Todo se volvió rio, con las lágrimas, que fueron sus ojos.

III

Te digo que llora. ¿Por qué no me crees? Todos los días está llueve y llueve, y estas paredes ya no lo soportan. Diario aparecen sus manchas. Yo creo que son sus lágrimas las que escurren del techo a las losetas. Las casas también se ponen tristes. Antes no hubiera creído que mi casa llore. Pero me jura que no hay muerto que la abandone. «¡Porque es mi puta casa y hago lo que quiera con ella!». Ahora les lanza rocas a los demonios. Por eso, desde mi cuarto, oigo como se quejan los muros. Como alguien que, desde el infinito, intentara romperlos.

IV

No te mentiré. La odié como llegué a odiarme a mí misma. Y ahí me di cuenta, que la seguía amando. Amé su desorden, los malos tratos y sus dientes rotos. Amé la fuerza con que me dispararon sus ojos. Amé verla platicar con sus plantas. Y las carcajadas que se echaba matando perros. Amé el caos de mi piel hinchada, roja. ¿Cuánto más tardará para curar todos mis pecados?

V

Yo siempre haré lo que me dé la chingada gana. Yo te daré más vida; y tú le rascarás como puedas. Y si estás aquí, harás lo que te diga. Te diré que la mates; y tú morderás su cuello. Te diré que me des dinero; y tú venderás el culo. Esta es la vida que me dieron. Con ella aprenderás a ser hombre, a ver si se te quita lo maricón. Y no llorarás más, porque te secaré. ¡Habla fuerte! ¿Qué harás verijón…? Ta’ bueno. Encárgate del diablo. ¿Cómo que con qué? ¡No seas pendejo! Todavía tienes carne de sobra.

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