Viento

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A Saúl Hernández 

Aún soy efebo. 

Mi voz no se escucha todavía, 

pero retumba; 

mis pálidos dedos 

son como labios amoratados 

por el cigarrillo; 

el viento me ata

con sus cuerdas invisibles 

a un lugar inmenso, eterno, 

y las manecillas del reloj 

dejan de girar, 

los números desaparecen 

de esa esfera casi perfecta

y mis cabellos crecen 

hacia el suelo, se despeinan, 

se enredan, se mutilan entre sí. 

Aún soy efebo. 

El viento cosecha 

mi voz que pronto se oirá. 

Mi canto, cisne o tigre, 

comienza a dar flores 

como largas fauces otoñales, 

las veletas tienen mi rostro, 

todos me acompañan

en lo alto de los edificios,

los monumentos me escuchan 

cada vez que me emborracho

y las glorietas me aplauden, 

sus fuentes brincan por mí. 

Aún soy efebo… 

El viento me ata

a esta histérica ciudad 

y a este tiempo sin nombre. 

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