¿De dónde vienen los rituales?

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Diciembre de 2005:

Son vacaciones y me encanta ver el especial navideño en la sala mientras como un poco de cereal. Mamá también se ha levantado temprano, dice que si no va al mercado antes de las 9:00 am, todo será una locura más tarde. Siempre ha tenido buena memoria, pero hoy prefiere hacer una lista para no olvidar nada. Sale deprisa con la bolsa en una mano y el pedazo de papel en la otra, revisándolo por quinta vez. Le grito que no olvide las uvas y ella responde, a lo lejos, que fue lo primero en anotar.

Por la noche, la fruta reposa en las copas; pienso en mis deseos para no desperdiciar ninguna campanada. La mayoría tiene que ver con juguetes y paseos. Los niños de 10 años no tenemos grandes preocupaciones.

*A esa edad solía creer que los deseos se cumplían fácilmente comiendo uvas al ritmo de las campanadas en nochebuena.

Junio de 2009:

El pequeño pez blanco reposa sobre mi butaca ante cada examen. Lo encontré el mismo día en que Miguel me pidió ser su novia. El chico del que me había enamorado al inicio del ciclo escolar, ¡finalmente me miraba! No podía creerlo aquella tarde cuando me invitó un café y dijo que tenía algo importante para decirme.

Desde entonces, suelo frotar el pequeño objeto cual lámpara mágica, esperando que lo que pido se cumpla.

*NOTA: siempre estudié para los exámenes, pero tomar mi amuleto de la suerte me hacía sentir tranquila.

Marzo de 2022:

Llego media hora antes al auditorio donde daré la ponencia titulada El caos de encontrarnos. Me siento hasta adelante y abro el libro que comencé la semana pasada. Es mi primera presentación en un auditorio tan grande, y como en otras ocasiones, leer antes de una conferencia se ha vuelto mi ritual para calmar los nervios. Me obliga a concentrarme en otro presente en lugar de pensar en todas las posibles fatalidades.

*Con el tiempo, me doy cuenta de que el verdadero ritual son los nervios, me anuncian cuando está a punto de pasar algo grande.

Año 2023:

Aún como uvas en navidad, pero sin pedir deseo alguno; no sé qué fue del pececito blanco, y ahora en lugar de leer, respiro profundo mientras me repito que todo estará bien, recordándome todo el esfuerzo dedicado detrás de cada oportunidad. Hay rituales que no sabemos de dónde vienen, o que inventamos a partir de un momento de caos o de dicha. Quizás, en el fondo, no son más que una muestra de esperanza de que algo bueno ocurra. 

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