Hay días en los que las palabras fluyen de mí como un río en época de lluvias; días en los que me siento árida, como si cada palabra hubiera huido, liberándome del tormento de mis emociones.
Hay días en los que siento que el agua regresará al cauce; días en los que las lágrimas parecen liberadoras; días en los que ya no temo el coste emocional de sentir profundamente.
Hay días en los que cada momento me raspa la piel; días en los que el dolor de ver sufrir a otros me consume; días en los que cuestiono las cartas que el destino ha repartido.
Hay días en los que ya no soy una niña; días en los que un amor abrumador llena mi pecho; días en los que olvido mis cicatrices y anhelo ser el centro de todas las miradas.
Hay días en los que el dolor me derriba, recordándome mi fugacidad; días en los que no reconozco el reflejo en el espejo; días en los que la idea de envejecer me hace temblar.
Hay días que me hieren; días que me convierten en poeta; días en los que me transformo en una sombra.
Hay días que desearía que nunca terminasen; días que preferiría olvidar para siempre.
Hay días.
