La vida, esa palabra como representación de nuestras vivencias a lo largo de este plano terrenal, es una constante intriga que nos persigue a lo largo de los años. Algunos individuos la pueden definir como un proceso continuo que comienza con el nacimiento y termina con la muerte. Durante ese tiempo, experimentamos una variedad de experiencias, emociones, relaciones y sensaciones. Cada persona tiene un tipo de vida distinto, aunque puede haber semejanzas debido a la coexistencia en nuestro entorno. Es horrible cómo casi todos siguen un mismo sistema que prácticamente no genera grandes cambios a futuro. El rostro de las personas, por lo general, suele mostrar una gran insatisfacción, tristeza o rabia, ello me hace pensar en las diferentes perspectivas y vidas que se desarrollan, si en verdad hay un motivo por el cual vivir tanto tiempo, si todo lo que vemos alrededor son miradas llenas de dolor y desprecio.
Las personas justifican sus vidas buscando un sentido o propósito. Este significado se encuentra en metas personales, como el éxito profesional, la formación de una familia o la contribución a la sociedad, pero qué pasa cuando no hay cómo justificar la existencia propia. ¿Qué es lo que nos depara? ¿En verdad valdrá la pena intentar mejorar un futuro? La muerte siempre estará entre nosotros, es indeterminada, tanto en forma como en lugar, pero si hay algo que nosotros podemos cambiar es cómo vivir. De nosotros depende buscar lo mejor, no volver a caer en errores del pasado, hay que mejorar como personas, cada uno de nosotros. Aprender a conocer no sólo nuestras virtudes, sino nuestros errores, esos demonios que nos consumen y nos hacen sentir terribles, hay que combatirlos, y puede que sea una labor difícil, pero no imposible. Hay que formar una sociedad mejor, sin miedo a vivir; que nuestras vidas no sean un triste reflejo del pasado y que impulsemos una mejor visión del futuro a pesar de lo catastrófico del entorno.
