Una tarde de diciembre, Louisa llegó temprano a casa y recogió el correo. Después de cambiarse a una ropa más cómoda, empezó a revisar su correspondencia y su corazón dio un vuelco al leer:
“A través de este medio me permito informarle que se ha aceptado la solicitud de adopción…”.
Sus ojos se llenaron de lágrimas al recibir aquellas buenas noticias, habían pasado tres años desde que habían metido la solicitud, por lo que sus ilusiones de convertirse en padres habían comenzado a esfumarse.
Ahora su oportunidad por fin había llegado, aunque, lamentablemente, no en las mejores circunstancias.
Harry arribó a su casa después de las doce de la noche, y por primera vez en mucho tiempo, Louisa lo había esperado despierta en la sala.
—Necesitamos hablar —dijo la chica de cabello castaño.
—¿Sobre qué? —rio irónicamente el ojiverde—. Ya no queda nada más por decirnos.
—Te equivocas… han aceptado nuestra solicitud de adopción.
—¿Qué? —preguntó sorprendido el rizado.
—Si nos divorciamos ahora, habremos renunciado a nuestra oportunidad de ser padres.
—¿Y qué quieres que hagamos al respecto?
Louisa guardó silencio mientras Harry tomaba asiento en el sillón de al lado.
—Nunca quise que esto pasara entre nosotros… yo no quería que todo se arruinara, desearía que nuestros problemas se terminaran en lugar de complicarse más… por eso te pido un nuevo comienzo para nosotros.
—¿Estás segura? —preguntó asombrado.
—Completamente.
—Será la última vez que lo intentaremos…
Había pasado un año desde que decidieron darse una nueva oportunidad, las cosas entre ellos mejoraron y su hija les traía nuevas alegrías cada día.
Los tres iban caminando, tomados de las manos, sobre el césped del parque mientras Kiwi, un pequeño cachorrito, se encontraba corriendo a su alrededor. Fue en ese momento donde Louisa pensó que nunca se tiene la certeza de si una nueva oportunidad puede ser un error, así que, en lugar de renunciar a ese nuevo comienzo, siempre es mejor intentarlo todo una vez más.
