
He pensado mucho en tu ausencia mientras recorro las calles de esta ciudad. Mis pies tropiezan desconsoladamente por el cansancio; camino por inercia y por rutina. Entre estaciones y paradas comunes la resonancia de tus palabras llega a mis oídos como secretos y misterios sin resolver.
El camino es largo, cansado y, en ocasiones, tedioso. Sin lógica alguna, el tiempo se siente pesado y alargado, como si por sí mismo tomara conciencia y me condenara a la soledad a mitad de la noche; una soledad ruidosa, que aturde mis ideas y me replantea la inocencia de mis palabras y lo profundo de mi sentir.
Los te amo retumban en mi cabeza; un pensamiento silencioso que en medio de la soledad toma la suficiente fuerza para desvanecerla y hacerse presente. Te pregunto si me amas, me dices que sí. Te vuelvo a preguntar y me vuelves a decir que sí y mucho. Te pregunto de nuevo y me dices que sí y muchísimo. Una y otra vez, en las que repetidamente los te amo toman cuerpo, mente y personalidad y se manifiestan como muestra de consuelo.
Consuelo que se presenta en medio de tu ausencia-presencia.
Camino acompañada de tus palabras, acompañada de los neologismos que inventamos en medio de las aventuras y de la ausencia del otro. Camino y camino, recorro las estaciones, los puentes, las avenidas y las calles, donde la sombra de quien eres me persigue continuamente y se apega a mí como un abrazo insonoro.
Es cierto, los te amo sólo me los puedes decir tú con un sentido de fuerza, pertenencia y vitalidad que no es reconocible en ningún otro punto de esta ciudad, país y continente.
¿Ves la vitalidad de tus palabras en todo lo que (me) dices?
61