
No tengo nada que decir.
Pero vivo en un mundo donde sobran las palabras y pocos las usan, así que me veo en la obligación de escribir y escribir por aquellos que no dicen mucho, por aquellos que dicen demasiado y al mismo tiempo no dicen nada, por mí.
Escribo porque hablar me cuesta más. Escribo porque las palabras son más valientes impresas que dichas y porque es mi forma de sentir.
Mi vida se basa en silencios. Soy como los números mayas, donde una rayita es un silencio y un punto una palabra. Mi mundo se basa en la mudez y en el elogio a los tiempos compartidos carentes de sonido.
Sin embargo, al mismo tiempo, siento que no tengo nada que decir. Nada que mostrar. Nada que sentir.
Pero estallo.
Porque tengo mucho que escribir. Mi forma de demostrar cariño es enviando breves pero cargados mensajes de significado, a mis seres queridos. Los conmuevo, lo sé. Tengo este don de la escritura, pero no de la palabra. Todos me quieren más cuando me leen; me he vuelto persona experta en el amor a distancia.
Escribo sobre lo que veo y lo que vivo. Escribo lo que no puedo decir (porque me da miedo). Escribo sobre la muerte incontables veces y escribo sobre vivir plenamente. Escribo sobre los tabúes y la simplicidad de las cosas; escribo de placer, de sufrimiento, de rupturas, de felicidad.
Cada vez que lo hago, estallo.
Como Giuseppe Ungaretti, me ilumino de inmenso.
Pero otras veces, cuando el silencio no es suficiente, no hay nada que decir.
Mi estrategia es que si no tienes nada que decir, no lo hagas. No llenes los silencios con ocupación vacía.
A veces, no hay nada que decir, pero mucho por escribir. Entonces estallo en palabras describiendo todo lo que pasa y sucede, sobre cómo me siento, sobre cómo me gustaría sentirme, sobre personas que no existen en lugares que no han sido creados, escribo sobre quién me rompió el corazón y rompo el papel, me libero. Me reconstruyo.
A veces, no hay nada que decir. Sólo sentir. Acompañarte. Abrazarte. Llorarte. Escucharte.
A veces, no hay nada que decir.
Tampoco hay sobre qué escribir.
Entonces leo.