Ladrón de miradas – Parte 2

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El deseo no fue recíproco. Había sido paciente y esperado para poder acercarse, pero debido a la falta de la señal aprobatoria que generaría el interés, hizo que ese dolor amargo que provocan el rechazo y la decepción se plantara en su ser. Cayó en la trampa, el ladrón de miradas sumó a una víctima más.

Durante todo el trayecto que ella había recorrido con gran esfuerzo, en ningún momento él levantó la mirada, ni por cortesía. Siempre ensimismado en lo que veía en su teléfono, no le importó tener los ojos clavados de aquella tímida fantasma de manos temblorosas.

Pensó en un inicio que probablemente estaba muy concentrado en lo que leía, antes lo había visto tener ese comportamiento, de hecho, era un atributo que a ella le gustaba, por lo que no reaccionó de inmediato, además de que, según ella, le dada tiempo para darse valor. Sin embargo, por más inmiscuido que uno esté en una lectura, una mirada tan penetrante que  rasguña el alma, sería más poderosa.

Fue cuando lo supo: la estaba ignorando, y empezaba a incomodarse, ambos empezaron a incomodarse. Aceptó sin muchos ánimos el resultado y empezó a caminar mientras le insistía a su terca amiga que mejor se fueran de ahí. La urgencia que sentía por algún día entablar conversación y así saber de su persona, se transformó en la urgencia de salir de esa situación tan vergonzosa.

Pero, si tanto se sentía incomodó, ¿por qué no se alejó primero él? Es aquí donde sucede una acción muy curiosa, sea voluntaria o no, una que es muy humana y que puede presentarse a cualquier edad. Antes de dar el paso definitivo del adiós, el impulso generado por esa última gota de esperanza, la hizo voltear y brindarle una efímera mirada a aquel individuo.

Resignación, mayor velocidad en sus pasos, y una anécdota solaz que sólo años más tarde se atrevería a escribir, fue lo único que obtuvo de aquel al que una vez llamó crush.

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