Me están observando; mis dibujos en las paredes, las libretas en los muebles. Les he atiborrado de mi alma, y ahora es con ella que me juzgan.
Ignorando a mis delirios, estoy solo. Más cierto aún porque no puedo no ignorarlos. A displacer de mis voyeristas imaginarios, no estoy psicótico.
Los compadezco, no son sino proyecciones que sufren existencias esporádicas, nulos fragmentos de consciencia, atropellados entre esperanza y desilusión mías.
Desfiguradas, inconclusas, resentidas, abandonadas, las sombras de mi creatividad, víctimas de procrastinaciones, cadáveres sublimes que solo yo comprendo. Espero que me perdonen.