Durante dos meses, traté de pensar en algo.
A veces creí tenerlo muy claro; pensé que era sencillo, pero cuando me encontraba a mí misma sentada frente a mi escritorio ya no había nada. Quedaba todo en blanco.
Un consejo o un punto de vista son muy comunes. Pueden tener cierta particularidad, pero al final son cosas que cualquiera puede decir. Un poco más puntuales son las declaraciones de amor perdidas por vergüenza o inseguridad. Aun así, esto no basta.
¿Qué es entonces? ¿Qué es aquello que solo yo podría decir?
¿Algún reclamo? No. ¿Algún rencor guardado? Tampoco, no soy tan rencorosa; o eso creo.
¿Una pena? ¿Las cosas que no dije cuando debí? No, no, no. Nada de eso es.
Hay algo y yo lo sé. Lo evito porque temo que el hecho de reconocerlo se pueda confundir con alguna clase de personalidad engreída. Pero simplemente lo diré: algo que solo yo podría decir es lo que escribo. No sé si resulta obvio, pero déjenme tratar de ser un poco más clara.
Hace ya tiempo que he venido haciéndolo. Papeles, libretas, computadora y teléfono repletos de mi letra. También, hace mucho que me alejé.
Esta frase no es tan simple. Es algo que necesito decirme a mí misma.
Solo yo podría decirme esto porque no he tenido la suficiente confianza de contar a la gente esto que hago en secreto. Solo yo podría decirme lo mucho que extraño estar sentada en mi escritorio escribiendo con tanto esmero y cuidado, aunque no sepa si lo que escribo es bueno o no.
Necesito darme valor para regresar y recordarme que todo aquello que aún no he escrito, aquellos pensamientos que he dejado a un lado y aquello que todavía no encuentro, será algo que solo yo pueda decir, algo que solo yo podría escribir.