El cardenal

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Me levanté de la cama con el propósito de abrir la ventana, pues el olor a encierro del cuarto empezaba a afectar mi cordura y mi corazón. Primero abrí la cortina dejando que la luz de este nublado día entrara en la habitación. Luego, al abrir la ventana, mi gata saltó de la cama al ser llamada por los sonidos del exterior. Me detuve y respiré profundamente dejando que el aire frío y el olor a lluvia inundaran mi ser. Un pinzón se posó en una rama cercana. El rojo sobre verde llamó mi atención. El recuerdo de tu rostro me vino a la mente junto a los últimos días que nos vimos. Para ese entonces, tu juicio lentamente se desvanecía, tu piel sucumbía ante la gravedad y tus ojos, que alguna vez me transmitieron amor y alegría, estaban perdidos en un infinito vacío. Pero a pesar de eso, vimos un cardenal por tu ventana. Majestuoso animal de plumas sangrantes. Eso te trajo un recuerdo. Me dijiste que días antes de morir tu madre no solo vio uno, también lo escuchó cantar; al igual que nosotras en esos instantes. En ese momento éramos ignorantes del destino y no sabíamos que ese cardenal era un augurio del porvenir. Sé que el ave frente a mi ventana no es la misma, pero el color de su plumaje te trajo durante un momento a mí.

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