
Violeta:
Sé que prometí no volver a escribirte, sin embargo, no existe alguien más con quien pueda hacerlo. Tengo la sensación de que algo se me escapa de las manos: mi corazón, mi desorden, mi llanto e incluso mis pasos. Pero en cada uno de esos escenarios, la figura del hombre al que amo ya no está. No importa si se trata de un mal augurio, una historia cíclica o un pensamiento intrusivo, suelo terminar con la razón a mis espaldas y me estremece caer en la certeza.
¿Qué pasará el día en que se vaya y no pueda encontrar a alguien que estruje mi sentir con la transparencia de su alma? ¿Qué pasará cuando no exista quien cuestione mi palabra y suavice mi rudeza? Sé que no hay razón aparente para que suceda, pero me intimida la posibilidad de que encuentre alguna razón para dejarme a mi suerte. ¿Qué tal si un día decide que no seguirá amándome, así como yo hice contigo?
En este punto lamento la manera en que nos herimos la una a la otra. Aunque jamás significó tanto para ti como para mí. Vivimos juntas por décadas, pero nunca pude verte, tocarte o besarte. Eras tan distante que parecías inexistente y a la fecha, después de casi un centenar de cartas, sigues sin corresponderme.
¿Cuándo será el momento en que mi amor sea vivido por alguien más además de mí? Por fin abrazo mi soledad y deseo encontrar al ser humano que me mire como estoy dispuesta a mirar la existencia misma, incluso en la melancolía. Que llore porque le he besado, porque me extraña, o porque el tiempo conmigo se ha sentido como décadas reducidas a segundos por una mirada efímera.
He encontrado tanta emoción en el ser, que temo encontrar la insipidez en todo lo demás. No quiero llenar un corazón vacío con la profundidad de mi sentimentalismo, ni conocer a otro ser humano que me hable de lo superficial que es el hombre, cuando ha pasado su corta vida nadando solo a orillas del mar.
¿Quién me volverá a mostrar un amor genuino si quien me enseñó de él ya no está conmigo? Al final, ¿qué tal si me estoy precipitando a un final inexistente?