Amigo Fo:
Te saludo, viejo amigo, desde un tiempo cautivo. Hoy te extraño más que otros días, y recuerdo con claridad aquellas ocasiones en las que descansabas recostándote sobre el maíz. Soñabas bebiendo de una cascada de fermento, que surgía infinita del interior de una totuma.
Amigo, también recuerdo que, buscando la ebriedad, agarrabas tu olla y tu vasija para esperar con ansiedad divina a que trabajásemos el cultivo, o a que empezáramos la construcción de un templo o una casa. Ahí, te convertías en zorro y corrías para acompañarnos con tu canto motivador que nos llenaba de energía para hacer nuestras labores. Otras veces, cuando se destapaban las ollas de chicha, te aparecías mágicamente. Tu grandísima totuma era la primera en asomarse; entonces, sabíamos que era momento de que empezara el canto, y hacíamos sonar los chiflos, las maracas y los fotutos, mientras otros danzaban. Así nos encontrábamos con la noche y nos perdíamos en la borrachera.
Siempre te admiramos e imitamos tu algarabía. Siempre comprendimos tu sabiduría. Nunca nos pediste más que chicha y fiesta; no nos reprochaste o juzgaste. Solo querías la ebriedad, no solo del fermento, sino también ebriedad de amor y de alegría.
Fo, viejo amigo y Dios dipsómano, tomabas del sagrado fermento y compartías la fiesta de tus adentros. Tanto sentíamos tu alegría, que todos y todas bailábamos hartándonos con la bebida hasta que, de tanta danza y música, se encontraban nuestras almas y cuerpos. El fuego y el sudor espantaban el frío. Tú danzabas tambaleante entre nosotros y yo, entre las llamas y las sombras, veía cómo extrañamente eras a la vez oso, zorro y hombre.
Desde otro tiempo te recuerdo y te saludo. Ahora somos otros. Ya no bailamos ni festejamos alrededor del fuego, ya no cantamos ni estamos alegres para hacer nuestros trabajos, ya no bebemos para encontrarnos. Hoy, los totumos se pudren en el árbol y la bebida sagrada se esconde entre callejuelas.
Querido Nencatacoa, espero que, en medio de tu sagrada y eterna borrachera, te motives de nuevo a andar por el páramo y las lagunas; por el valle y la montaña; a través de los campos y las calles, donde estamos los que recordamos.
Amigo Fo, anhelo que nos visites para aprender de tu sabia ebriedad y para compartir, otra vez, el fermento, el canto, la fiesta y la alegría.