Serpentean las ideas
efervescentes
de un alguien
aún inexistente,
pero inminentemente
real.
Brotan
dentro de espirales
que abrazan
sentires
inmensurables
de lo inefable,
inalcanzable,
esencial.
Algún día
tal vez
el fantasma
de ese alguien a quien escribo
trasmute
en lo tangible,
visible,
mortal.
Cuando su sombra
muera en el acto
de encender la luz
que devele
el rostro,
la figura
de lo carnal.
Persigo,
estiro la mano,
quizás
hoy todavía en vano,
mañana,
tal vez
triunfal.
Te espero
aunque aún no existas,
y quizás,
existo
porque te pienso,
porque te busco,
porque te escribo,
siempre
incondicional.