Diría que no te puedo engañar; sin embargo, engañarte fue mi pasatiempo durante mucho tiempo.
En este momento extraño a Teresa; extraño lo que ella sentía por la vida cuando, en medio de los efectos alucinógenos de un buen porro, ignoraba la pregunta que siempre me agobia. Esa Teresa aparentaba tener todo el tiempo del mundo, que las interrogantes en su cabeza se habían silenciado, que todo significaba diversión; todo era más fácil cuando estaba drogada, regalaba el cuerpo una y otra vez, se apagaba cigarros en la piel, quemaba el colchón como quemaba su cerebro y alimentaba el cáncer mental.
El tiempo pasa tan lento desde que se fue. La extraño como el cuerpo humano extraña los carbohidratos cuando lo privan de ellos; la extraño con tal nostalgia que pareciera un vicio. La amaba, la amaba tanto que dejé que tejiera para mí un universo tan falso y frágil, que ahora lacera mi alma cada vez que intento dar un paso. Me persigue en sueños y escucho su voz todos los días, me tortura. Al mismo tiempo que deseo que se pudra bajo tierra, llevo flores a su tumba y le agradezco por enseñarme lo que no quiero en la vida.
No obstante, hoy debo soltarla, dejarla donde está, pues cargarla me roba energía. Dejaré que el viento se deshaga de su humo. Lo haré por mí y lo haré por ti. No más fantasmas, no quiero luchar innecesariamente con ellos. En este momento me desprendo de sus cadenas y, por más que cueste, ignoraré sus gritos en mi cabeza hasta que mi mente deje de percibirlos. Hoy digo adiós para siempre a esa versión de mí, porque sigo siendo Teresa, pero no la misma, así como tampoco tú y yo somos iguales porque tú no existes en el aquí y el ahora.
Si llegas a leerme, solo recuerda: no somos el trauma, somos la fuerza que logra superarlo. No seas tan exigente contigo, ni tan laxa; disfruta todas las emociones que forman parte de la vida, mantente aquí y ahora, solo eso. No seas yo, sé tú, la verdadera sensación de libertad consiste en ello.
Saludos a la distancia temporal. Te irá bien.