Cuando se llega al final del camino

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¿Recuerdas qué bonito fue escuchar el rugido del Niágara venciendo la resistencia del hielo, empujando su corriente hacia adelante sin parar, como haciendo una puesta en escena de la palabra “infinito”? ¿Recuerdas lo emocionante que fue contemplar cara a cara al abismo sentado con los pies colgando en aquella orilla de roca de las Barrancas del Cobre? Cada piedra parecía como acomodada dentro de un museo; cada nube, acomodada al otro lado en las alturas, le hacía compañía a cada roca debajo. ¿Recuerdas los sonidos de las calles de La Habana? La música caribeña te acompañaba a cada paso, y se unía con el sabor único del acento de los cubanos, que hablaban con alegría a pesar de los sinsabores que muchas veces les tocaba vivir. ¿Recuerdas cómo una ciudad entera se convirtió en una maqueta a tus pies cuando se le veía desde los miradores de cristal en las alturas de los rascacielos de Chicago? ¿Recuerdas los viajes por carretera? ¿Recuerdas que cada momento, desde las clases de manejo con papá hasta los viajes por las carreteras del país, cobró sentido cuando pudiste llevar a tu hermano por carretera desde Tijuana hasta Los Ángeles? El rugido de un motor camino a la aventura es una de las mejores sinfonías que se pueden escuchar. ¿Recuerdas la soledad y el frío al recorrer las calles de Ottawa, vigiladas a lo lejos por la majestuosidad del edificio del Parlamento? Cualquier persona que camine por Wellington se puede sentir como de la realeza. ¿Recuerdas los viajes familiares por todos esos pueblos mágicos en México? Una caminata y un café con los tuyos son definitivamente un bálsamo para el alma. ¿Recuerdas…?

¿Recuerdas ese día, hace unos ayeres? Cuando ella decidió que nos separaríamos, parecía que las señalizaciones a tu alrededor indicaban la llegada al fin del mundo. Debes reconocer que incluso llegaste a buscar su rostro en algunos de los cruces en los que te detenías al avanzar. Sin embargo, hiciste muy bien en seguir avanzando, joven yo. Sin importar lo que dijeran las señalizaciones frente a tus ojos, no te detuviste en lo que parecía el final del camino. Al seguir avanzando, a partir de ese final del camino, comenzaste a recorrer todos los caminos posibles y comprobaste que, efectivamente, no habías llegado aún al fin del mundo. Al contrario, quedaba un mundo entero por caminar; un mundo lleno de maravillas hechas por las manos de Dios con el cual volver a emocionarse.

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