
En este solo contemplar me aqueja.
Aquel sol se filtra por la ventana;
se asoma por la rígida persiana,
y ante mi rostro su fulgor me deja.
No hay tristezas, ni rencores o queja,
solo el diario trinar de la campana
del tiempo, que de la muerte es su hermana,
que tras sus fúnebres pasos, perpleja
mirada apagada deja. La gracia
de una quimera, hoy día, no me visita,
no me rasga, en mí no se precipita.
Hoy no me conmueve aquella desgracia
del olvido, y sentir cómo transita
por las sonoras grietas. ¡Es desgracia!
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