
En el ritmo de la vida, día y noche:
lavarme el rostro, un gesto de cuidado,
cada mañana, con el sol de broche,
y en la noche, al descanso encomendado.
Mi familia en fe católica arraigada,
mi fe, la más propia, distinta es en su esencia,
ante la virgen, aún cruzo mi mirada,
un acto que mantiene nuestra presencia.
Bañarme al son de la música querida,
es un ritual, un lazo con mi esencia;
sin su melodía, siento que se olvida
la armonía que da vida a mi existencia.
Comer con mamá, un gesto que no falta,
en la sala, mirando una caricatura,
un recuerdo de infancia que resalta,
esencia de amor, sin fechas de factura.
Cuando el abismo del mundo se presenta,
y la angustia envuelve mi ser en su manto,
dibujar se convierte en mi voz lenta
que calma tormentas con un dulce encanto.
Las canciones que llenan mi alma de alegría,
inspiran bailes, aunque sea en mi mente,
pasos escritos como melodía,
cada nota en papel, un regalo latente.
Cerrar cajones antes del sueño apacible,
un rito que sembró miedo en el pasado,
una tía enigmática, en su perfil,
guardó secretos que quedaron cerrados.
Así en mi vida, estos puntos se entrelazan:
gestos, creencias y rituales que abrazan,
la esencia que en mi ser se entrelaza
como notas en un poema, eternas trazas.