Catorce (poema IV)

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a Ana Sofía

Hay un suspiro,

amor, que viene

del murmullo nocturno

que solo sopla

para quienes lo atendemos. 

 

Una mirada oscura

que vaga sin luz

entre nubes extrañas

de cielos grises.

Temblorosa como el párpado

de mi ojo sin reflejo

que soñando se escapa

para llegar a tu ventana.

 

Llegando a tu casa

tu mirada le aclara.

Despertará nuestra hambre,

nos paseará entre las calles

de la ciudad que conquisto

para acercarme a ti.

Nos alimentará en la cama,

y vestidos en intimidad,

la luz del cuarto se apagará

solo para soplar:

 

«Me he perdido en los cielos,

he naufragado en la marea

y no hay paisaje en la tierra

que asemeje tu belleza».

 

Riéndote de mí

tu beso suave

estará acurrucando

el suspiro que exclamo.

 

Que por ti, mi ojo ciego

se abre para ver.

Que el frío viento

sopla para nosotros.

Que tus labios son la vida,

tus ojos un manantial.

Que tu piel es el lienzo

donde quiero habitar.

Que la madrugada tiene sentido

cuando la paso contigo

y durmiendo cumplo mi sueño

de despertar juntitos.

Que en Tule o en España

mi amor por ti viajará

y mis palabras significan

cuando te pueden acariciar.

 

Sólo nosotros,

mi amor, que nos miramos,

podemos escuchar

lo que pronunciamos.

 

Esto es el amor.

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