
Primero, notas en una servilleta. Luego, un viejo cuaderno arrumbado que nadie parecía querer. Más tarde, aquello murió. Ahora solo eran vagas notas en cualquier rincón. Notas de una madrugada que carece de brillo, cuando antes parecía deslumbrar las fauces de la noche.
A diario me pregunto qué pensarás de nosotros. De lo que hemos sido, de lo que somos y lo que no fuimos. ¿Qué pensarías si supieras que dejamos que nuestro sueño se ahogara en el mar del olvido? Miles de noches pensé que esto era un infortunio para la vida de otros. Como un gato negro, me flagelaba pensando que mi condena a ser libre me asfixiaba. Cuando pienso en ello, los ecos silenciosos se vuelven estruendos en un valle lamentos.
Cuando miro a mi alrededor, aunque todo parezca oscuridad, alcanzo a vislumbrar sus siluetas. Es más que un sosiego, uno que no termino de entender: saber que eres apreciado cuando ni tú mismo te amas. Pasar noches en vela hilando inexistentes realidades donde las personas celebran tu velorio y tu nombre yace en el susurro de un olvido. Todo se siente terroríficamente real.
Hasta la fecha no sé quién soy, ni quién seré. Solo tengo algo claro, y es aquel que fui. El pasado es lo inmutable; vil mancha borrosa e indistinguible que ahora llevo en mi pecho y en pequeños papelitos que están por ahí, esparcidos en el viento. Divagaciones y lamentos. Pedazos de mi alma que vuelan ajenos a mi saber. A veces me aferró a juntar todas esas piezas que se me escapan de entre los dedos. Otros días solo miro mis escombros esparcidos por el suelo, sin saber qué hacer con ellos. Desconozco si recogerlos valdrá la pena. Las quiero dejar arrumbadas; fingir por un segundo ser algo que no sea mi ser. Pero también quiero ser lo que soy. Ingenua alma de soñador que miras al precipicio y aseguras que volarás sobre él.
Esto acabará como una nota cualquiera en un lugar cualquiera. Olvidaré lo que escribí, y el tiempo no detendrá su paso; sin embargo, un pedazo de mí quedará suspendido, inmutable en esta nota cualquiera.