Todos los nombres del cielo

Una antigua historia china

habla de cómo un hombre hizo caer del cielo la cabeza sangrante

de un dragón recién decapitado

con sólo haber soñado que lo asesinaba.

 

Si los mexicanos tuviéramos ese poder

ya estarían lloviendo cabezas del cielo,

todas empapadas de sangre y con las corbatas atadas.

No serían cabezas de animales míticos:

serían cabezas de políticos.

 

Una bellísima leyenda bengalí

explica cómo antes se creía que los ogros y su reino eran inmortales,

hasta que una princesa descubrió

que con sólo salvar a dos abejas

dormidas en el fondo de un lago

inmediatamente se acababa con el reino de los ogros.

 

Si mi país pudiera encontrar un lago parecido

que escondiera algo cuya liberación

garantizara la destrucción de todas las instituciones

que permiten y encubren el saqueo,

creo que ya todos estaríamos en el fondo del lago.

Y se vería tan bello

cuando todos sacáramos al mismo tiempo la cabeza del agua,

con las manos extendidas

mostrando toda clase de hermosos insectos,

que alguien tendría que grabarlo.

 

Por otro lado, los antiguos mexicas

pronosticaban esto para los guerreros asesinados

y las mujeres muertas en un parto:

una caminata por el sol,

rodeados de cantos y bailes

entonados por criaturas extraordinarias

y por los compañeros.

Y después su reaparición en la Tierra en forma de colibríes.

 

Es verdad que todas las mujeres y hombres valientes y buenos

que este gobierno ha desaparecido o asesinado nunca volverán con nosotros.

Sin embargo, no podemos negar que la sangre de nuestros abuelos

corriendo en nuestras venas

es como la luz solar.

Y que nuestras ansias de querer cambiar el mundo

son como miles de colibríes.

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