Cita a ciegas – V

Se abrazaron. Fuerte. Él sintió su olor, de nuevo. Tocó el pelo, introdujo su mano entre las ondas del cabello hasta dar con la nuca de Cloe, caliente, temblorosa. La besó de nuevo, esta vez con un beso lleno de deseo, el beso de esos dos que lo han perdido todo y que, sin embargo, no temen volver a quedarse sin nada, sin otra cosa que esas manos que se tocan, se reconocen, olvidan que están irremediablemente solos, y creen, así sea por un instante, que el mundo puede renacer sin miedo, primigenio. Que el amor tiene la fuerza de reescribir el pasado, aunque sea incapaz de corregir los errores.

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